Delay, Deny, Depose: el caso Luigi Mangione

Eloy García

El 4 de diciembre de 2024 Brian Thompson, director ejecutivo de la empresa de seguros sanitarios UnitedHealthcare, fue asesinado a tiros frente a la entrada del hotel New York Hilton Midtown, en Manhattan, Nueva York. En la escena del crimen se encontraron tres casquillos de cartucho disparados y otros tres sin disparar. En ellos figuraban inscritas las palabras delay (retrasar), deny (denegar) y depose (defender), las cuales componen una frase empleada habitualmente por las empresas dedicadas a los seguros de salud privados para desestimar las reclamaciones de los usuarios. La frase, modificada como Delay, Deny, Defend, es también el título de un libro de 2010 del profesor de Derecho de la Universidad de Rutgers Jay M. Feinman, en el que se critica a las compañías aseguradoras de propiedad y accidentes.

El sospechoso principal del asesinato, detenido y en prisión actualmente a la espera de juicio, es Luigi Mangione, un joven de 26 años de clase media-alta, quien, supuestamente habría actuado movido por la venganza hacia la aseguradora UnitedHealthcare, tal y como dejó escrito en una breve nota dirigida a los agentes que lo detuvieron.

Tras el crimen y la identificación del supuesto ejecutor las redes sociales se llenaron de memes y comentarios en los que se glorificaba de forma unánime la figura de Luigi Mangione. Una de las formas de homenajearlo fue el torrente de ballad murders que inundó las principales plataformas de vídeo (TikTok y Youtube principalmente) en un brevísimo espacio de tiempo. En todas ellas se ensalzada la acción del joven, convirtiéndolo en una especie de héroe/santo que habría decidido sacrificarse para que la justicia alcanzara a uno de los directivos empresariales más odiados por la población estadounidense, el CEO de una aseguradora de salud privada. Apuntemos que, en este caso, la ya citada UnitedHealthcare, presentó en 2023 unos beneficios récord de 22.000 millones de dólares y una facturación de 123.000 millones de dólares. La mayoría de los memes y canciones recogían la rabia de una multitud de ciudadanos (no solo estadounidenses) hacia estas empresas y sus directivos.

Lo más sorprendente de esta historia ha sido la unanimidad que ha generado a ambos lados del espectro político. Entre la gran mayoría de los simpatizantes de izquierdas el hecho se enmarca en una erupción de violencia comprensible en el contexto global de la lucha de clases. Para los seguidores de derechas este acto recoge el descontento con el orden liberal dominante en el que una oligarquía “woke” gobierna el mundo a base de desmantelar los valores tradicionales occidentales. Esta extraña e inquietante unanimidad contrasta simultáneamente con los resultados electorales que han llevado a la presidencia del país a uno de los valedores más extremos de la sanidad privada frente al modelo público, Donald Trump, conocido por su fe en los mercados totalmente desregulados y en el darwinismo social extremo.

El caso Mangione trae a la memoria aquella frase del multimillonario Warren Buffet de 2014: “hay una guerra de clases y la estamos ganando los ricos”, la cual parece derivar inevitablemente la necesidad de justicia de los más desfavorecidos hacia la realización de acciones como esta. Sin embargo, en este caso, el asesino de Brian Thompson no es precisamente un revolucionario de izquierdas inmerso en una existencia precaria. Hijo de una familia acomodada, es necesario señalar que entre sus referencias intelectuales se encuentra como influencia mayor el célebre clásico reaccionario “La sociedad industrial y su futuro” de Ted Kaczynski, más conocido como Unabomber. Sus publicaciones en redes sociales, además, recogen las preocupaciones temáticas de los militantes contemporáneos de extrema derecha: lo “woke”, la secularización de la sociedad, el declive del cristianismo en Occidente, el declinar de las tasas de fertilidad y los programas estatales destinados a corregir las desigualdades sociales. Estamos ante un neoreaccionario en toda regla, carente de problemas materiales, convencido de estar atacando el corazón del orden liberal-progresista global.

Todo esto nos habla de cómo el malestar social ya no encuentra vías colectivas de expresión. Ante las desigualdades flagrantes y las injusticias sociales a las que nos ha conducido el modelo neoliberal imperante desde los años ochenta del siglo pasado, parece no caber la respuesta organizada por parte de la población (excepto para votar en las elecciones a los candidatos más estrambóticos con las ideas más reaccionarias y neofascistas). La mayoría de la ciudadanía occidental ha interiorizado de forma brutal que no hay más salida que el “sálvese quien pueda” de forma individual, pretendiendo que actos de “violencia divina” como este (que diría Slavoj Zizek) sirvan para enmendar la plana al estrato más privilegiado de la sociedad. Entre las pocas respuestas en contra de estas acciones, cabe destacar el tímido tuit del hombre más rico de la historia, Elon Musk (su fortuna ronda actualmente los 400.000 millones de dólares): “no es guay matar CEOs”. Paradójicamente, Luigi Mangione venía expresando con regularidad su admiración por este personaje. La cultura del individualismo extremo está sembrada de contradicciones internas: Brian Thompson merecía morir, pero, para su asesino, Elon Musk es el modelo a seguir. ¿La diferencia entre ambos? Ninguna. ¿Son estos dos multimillonarios síntomas idénticos del mismo mal? Sí. ¿Por qué uno es tiroteado y otro aplaudido? Probablemente, para muchos, porque la fortuna del propietario de X es legítima, mientras que la del CEO de UnitedHealthcare, no.

Añadamos a todo esto un último apunte: Luigi Mangione es, además de joven y miembro del estrato alto de la clase media, canónicamente guapo. Este hecho, que parece irrelevante, tiene una importancia considerable en esta era de la cultura de las celebrities. Las fotos que ha subido a sus redes sociales, exhibiendo sonrisa inmaculada y abdominales pluscuamperfectos, se contraponen de manera dramática con el aspecto que exhibe en las imágenes filtradas tras su detención. Esta combinación de imágenes, a las que debemos sumar todas las generadas por los usuarios de las redes sociales, ha dado lugar a la creación de un personaje singular en el que se mezclan héroe, modelo de revista de moda, santo, justiciero y criminal: su figura y la valoración global de su acción hablan con claridad de los tiempos que vivimos.

Mientras el malestar colectivo y la necesidad global de igualdad y justicia no se articulen a nivel planetario seguiremos viendo Luigis Mangiones y Brians Thompsons. Y mientras sus seguidores los aplauden constataremos que todo sigue terriblemente igual (o peor) y sin perspectivas de transformación estructural.

Una vez más, la célebre pregunta de Lenin, título del libro homónimo de 1902, resuena en nuestro 2024: “¿Qué hacer?”. Con la diferencia de que el horizonte histórico de principios del siglo XX albergaba una potencia transformadora capaz de plantar cara al orden capitalista del momento, mientras que, camino de la tercera década del siglo XXI, no hay nada enfrente del desorden global contemporáneo. Si nuestro capitalismo es la versión hiperacelerada y descontrolada de aquel que dio lugar a la respuesta leninista, nuestro horizonte no es el del combate contra él, sino el de la rendición absoluta. No queremos resucitar los regímenes dictatoriales mal llamados comunistas, pero sí una perspectiva que vaya más allá de la distopía hacia la que parecemos caminar con paso firme, y que apunte al menos a un combate por la justicia social y la desaparición de las desigualdades globales. Desde luego el camino no son estas performances en las que la venganza personal parece ser el único tipo de justicia que le queda al 99% de la población mundial.

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