Miguel Ángel Mendo
1
Si quisieras despertar en mi mano,
huella, de luz te vestiría
de cintas arropada
en mi memoria de fuego, ardiendo
tus labios en mi rostro,
erguida tu frente hacia la vida.
Todo tu amanecer está crepitando
en mis sienes de dolor.
Se ha secado mi pozo, y aunque
llueva a mares una vieja y dorada fe
sólo polvo he podido darte a beber,
madre.
2
No he comprado la harina
como me dijiste, madre,
olvidé llevar a que cogieran
los puntos a tus medias.
Me quedé en el camino de las voces,
jugando a ser hombre
y cuando vuelvo llorando
a protegerme entre tus piernas
no estás.
¿Cómo haré ahora para socorrerme?
¿Por dónde vendrás?
3
Vuelo hacia tu alma, madre, en un suspiro
llego a ti
y me embeleso con tu perfume de luciérnagas
mujer que se alza en la luz
hada mía
mi dulce recogimiento
4
Madre, suéltate el pelo
y ríe
como cuando viste el mar
aquel día de enero
y todos nos queríamos,
como cuando era la fiesta de la inocencia
y tú cantabas
y tu voz sencilla y agreste
nos llevaba a un pasado
sincero, limpio
y alegre, tu voz
de niña eterna.
5
Es muy tarde esta mañana ya
para ese vestido de risas y de
estrellas
de escamas de luz, de rocío,
de fragancias
que no te supe regalar.
Vestida de amor
te llevo ahora
en mi desdichado altar.
6
¿Contaste los frailes?
¿Faltaba uno?
¿Y dónde estaba?
¿Tan inconsolable estaba como yo?
(Cuando yo era muy niño y mi madre se ponía guapa para salir, no podía soportarlo, de puros celos. “¿Dónde vas?”, le preguntaba llorando de rabia. “A contar los frailes, que falta uno”, me respondía siempre, feliz y cantarina.)
7
Pósate, madre, entre las hebras de mi pelo,
acúnate en mi mano vacía,
descansa tu mejilla en mi ombligo,
lluéveme, ahora que sabes llover,
deja tu sonrisa en las nubes
y en los ondulantes rizos de los trigales,
déjame ver el brillo de tu mirada
tintineando en el agua.
Quiero beber para siempre
la luz de tus ojos
esperanzada.
8
Te he llamado en mi desfallecer.
Había olvidado tu amor,
madre.
¡Tantos años solo en el mundo!
Mi amor de niño
te ha llamado por mí,
viejo y desdentado,
y has posado tus dulces besos
en mis ojos, en mi frente
como cae el alba,
en ondas de amor,
inacabables ondas celestes.