El caso de las células sanforizadas
Manuel Janeiro
Si bien estamos todavía muy lejos de vencer a la muerte, nos acercamos vertiginosamente a la derrota de su hermano más terrible, que no es Hipnos (el sueño), sino el envejecimiento.
Una asociación de biomédicos e ingenieros textiles está a punto de acabar con este sino trágico de la humanidad. Se acabaron las sesiones de botóx, los estiramientos de piel, la cirugía estética… Métodos todos imperfectos que no logran disimular las arugas delatoras del cuello y de las manos y que te dejan un aspecto abotargado. La permanente lozanía estará en breve a nuestro alcance gracias al redescubrimiento, o si se quiere innovadora reutilización, del invento del ingeniero y hombre de negocios Sanford Lockwood Cluett.
Sanford Lockwood Cluett patentó en 1930 su gran invento: el sanforizado. Un procedimiento mecánico que, basado en la acción del calor y del agua, vuelve inarrugable e inencogible al algodón. Nuestros lectores más veteranos recordarán la profusión de productos sanforizados que inundaron el mercado textil en las décadas centrales de siglo XX. No había vestido, camisa, mantelería o juego de cama de calidad que no ostentase la rutilante etiqueta de Sanforizado. Los productos de algodón tratados con el método Sanfor podían ser lavados en agua fría o caliente sin que sufrieran la más mínima merma, es más, con un ligero planchado recuperaban su apresto inicial.
Los biomédicos e ingenieros textiles de la University of Colorado Overton (UC Overton), sabiamente iluminados por la máxima latina mutatis mutandis, y aplicando reformulaciones matemáticas complejas relacionadas con el paradigma de las analogías funcionales bioquímicas, han conseguido, en un abrir y cerrar de ojos, trasladar el “principio de estabilidad de los tejidos” de los polímeros a las células animales. Este inconmensurable logro científico permite la sanforización de las células epidérmicas humanas de tal forma que estás no tengan la más mínima posibilidad de encogimiento o arrugamiento alguno.
Puestos al habla con la doctora Tina Whaiss de la UC Overton, le hacemos llegar nuestras inquietudes e interrogantes: Doctora Whaiss, ¿la sanforización de las células es dolorosa? En absoluto es dolorosa, nos responde la científica. El tratamiento sanforizador se realiza mediante una cápsula antropomórfica que hemos bautizado con el nombre de Ramsés II, nos responde la investigadora. El paciente, durante el proceso que dura poco más de una hora, solo siente un agradable cosquilleo y la sensación de estar siendo masajeado y duchado dulce y persistentemente. ¿Pero no se ahoga en el sarcófago?, doctora. En absoluto se ahoga, porque se sumerge en la cápsula provisto de una versión ultra mejorada de las clásicas gafas de bucear. La embocadura del tubo respiratorio se realiza en un material cálido y sensual que llamamos “beso de amor” y la parte óptica se ha sustituido por lentillas inversas que, coordinadas con tapones de nadador sonoros, proporcionan al sujeto programas audiovisuales de entretenimiento.
La fascinación que nos embarga no nos impide preguntar a la doctora por los posibles riesgos para la salud que encierra el tratamiento sanforizador. En absoluto existe riego para la salud del paciente, nos expresa Tina Whaiss. La UC Overton mediante convenio de colaboración suscrito con Guantánamo ha dispuesto de suficientes sujetos experimentales como para poder afirmar que la salud de los terroristas voluntariamente sometidos al tratamiento no solo no ha empeorado, sino que la sanforización ha dotado a su epidermis de una mayor resistencia a las infecciones parasitarias: chinches y piojos. También a los pequeños traumatismos epidérmicos que eventualmente pueden ocasionar los métodos de contención empleados en su centro de residencia.
Doctora, exclamamos, se nos están acabando las objeciones, pero permítanos una última pregunta ¿los efectos del método Sanfor, son reversibles? En absoluto reversibles, sonríe la investigadora, siempre que los sanforizados se sometan anualmente a una revisión y planchado rutinarios. Ante nuestro gesto atónito la Doctora Whaiss se extiende: al igual que las telas Sanfor necesitaban de una buena plancha para recuperar su apresto, las células Sanfor precisan de cierto planchado para mantener su tersura. Pero esta se realiza sin esfuerzo gracias a nuestro sistema de vendas planchadoras a baja temperatura que llamamos Vendas Lady Dai.
Abandonamos la videoconferencia y nos asomamos a los amplios ventanales que comunican la redacción con la calle. Observamos, allá abajo, el trasiego humano. Unos humanos que se enfrentan, por primera vez, a la fuente de la eterna juventud. Gracias inolvidable Sanford Lockwood Cluett, gracias espíritu científico de nuestra especie encarnado hoy en los investigadores de La UC Overton. Pronto entrar en la Cápsula Ramsés II y momificarse con las Vendas Lady Dai será como ir a la peluquería.
Gondomar, noviembre de 2022