Benjamin Labatut
Ed. Anagrama
368 páginas
Desde hace varias décadas se entiende la singularidad tecnológica como el advenimiento hipotético de la inteligencia artificial general. El término fue propuesto por el matemático húngaro, padre de las ciencias de la computación, John Von Neumann en su libro The Computer and the Brainy refiere el momento en el cual las creaciones del ser humano tendrán la capacidad de mejorarse a sí mismas de formas inimaginables para sus propios creadores. El impacto de esta idea ha determinado la evolución tecnológica de nuestras sociedades de forma decisiva, moldeando de paso los imaginarios colectivos sobre el futuro y dando lugar a varias escuelas de pensamiento que proponen la superación de la condición humana (transhumanismo y aceleracionismo principalmente).
MANIAC, acrónimo de Mathematical Analyzer, Numerical Integrator and Computer, era el nombre de la computadora diseñada por el citado Von Neumann para acelerar los complejos procesos de cálculo destinados a la construcción de la primera bomba de fusión nuclear en los primeros años de la década de 1950. Basada en los trabajos de Alan Turing y en los modelos previos ENIAC y EDVAC desarrollados en la Universidad de Princeton, MANIAC presenta como gran innovación frente a estas la separación entre hardware y software. Si bien el libro de Labatut no entra en demasiados detalles sobre la paternidad de la idea, deja caer que casi todo el desarrollo de esta es obra de Von Neumann. La realidad, siempre un poco más compleja y enrevesada que cualquier obra literaria, es que los trabajos de Von Neumann recogían varias ideas de los ingenieros J. Presper Eckert y John Mauchly, cuyos nombres desaparecieron «misteriosamente» del artículo que se difundió en 1945 y que asentó el nombre del científico húngaro como padre de las nacientes ciencias de la computacion.
Este detalle, aparentemente menor, recoge la fascinación con la que Labatut recrea la vida y obra de Von Neumann en este libro. Su aproximación ficcional, en la que se respetan los grandes hechos históricos escrupulosamente, indaga con audacia en los pensamientos del entorno intelectual y sentimental del personaje protagonista. El coro de luminarias científicas recreadas es abrumador: Paul Ehrenfest, Eugene Wigner, George Polya, Theodore von Kármán, Julian Bygelow, Oscar Morgenstern o Richard Feynmann. Junto a ellos, sus dos esposas e hija describen las relaciones y la vida cotidiana de Von Neumann, aportando el retrato sentimental del personaje, la crónica de la época de entreguerras y la descripción del ambiente científico de los años de la guerra fría. Si bien Labatut exhibe atrevimiento y osadía al imaginar los pensamientos de estos físicos y matemáticos, hay una línea que no se atreve a cruzar: en el libro, pese a ser citado durante gran parte del primer capítulo, no llega a «hablar» Albert Einstein. El científico alemán, muy crítico con los planteamientos de Von Neumann, no tiene una voz propia, como si el autor fuera consciente de hasta dónde puede llegar en su apuesta narrativa.
MANIAC gira alrededor de dos puntos de atracción: por un lado establecer la genealogía de la idea de singularidad, y por otro reconstruir la peripecia vital de Von Neumann considerando a este como una singularidad en sí mismo. El retrato apunta, además de a trazar la biografía del ser humano y la evolución de su pensamiento, a la descripción entomológica y al intento de descrifado de un alien dotado de una inteligencia indescriptible. Perfila, así, a una criatura casi celestial en su amoralidad, capaz de hacer volar el mundo con sus ideas solo porque es posible hacerlo.
La estructura del libro, a base de estas voces entrecruzadas que narran a veces los mismos acontecimientos con enfoques diferentes, posibilita una lectura muy ágil. Pese a las dificultades que podría tener a priori el contenido de las investigaciones matemáticas descritas, Labatut se revela como un gran divulgador científico capaz de explicar con sencillez ideas realmente complejas y de hacer del tránsito por su historia un viaje apasionante. Por aquí desfilan los intentos de Von Neumann por establecer una fundamentación axiológica de las matemáticas hasta que los teoremas de Gödel se cruzan en su camino, la carrera por la primera bomba atómica a través del proyecto Manhattan, el nacimiento de las ya citadas ciencias de la computación, el desarrollo de la teoría de juegos y los fundamentos de la Inteligencia Artificial cuyos frutos estamos empezando a «saborear» actualmente.
La narración reconstruye una trayectoria que es la individual de Von Neumann pero también la colectiva de sus compañeros y amigos, la cual arranca con el comienzo del siglo XX y el suicidio del físico Paul Ehrenfest y termina con la destrucción personal del jugador de Go Lee Sedol derrotado en 2016 por AlphaGo, la IA desarrollada por la empresa Deep Mind para Google. El camino de los prodigios tecnológicos a los que han dado soporte las Matemáticas del siglo XX, parece decir el autor, está trufado de sacrificios humanos. Más allá de los problemas psiquiátricos de algunos de los físicos y matemáticos envueltos en ello, el libro alcanza su cénit con respecto a esta cuestión en la descripción del paso de Von Neumann por el Proyecto Manhattan, la operación que condujo a la fabricación de la primera bomba atómica y cuya culminación fueron los 250.000 muertos de Hiroshima y Nagasaki, narrado con especial énfasis por un alucinado Richard Feynmann (padre de la electrodinámica cuántica) reclutado a la fuerza para dicho trabajo.
Son, quizás, los dos capítulos protagonizados por Feynmann junto a los dos que narra Julian Bygelow (compañero de Von Neumann en la construcción de MANIAC) lo mejor de una obra en la que la variedad de voces no corresponde, sin embargo, con una definición clara de cada una de ellas. La sensación que produce el texto es de una voz omnipresente que aparece modulada bajo diferentes etiquetas con pocas diferencias estilísticas, salvo en los dos casos citados y, un poco también, en los capítulos correspondientes a sus dos mujeres e hija. El mecanismo coral que emplea funciona de forma eficaz y transmite pasión en su recorrido por las ideas científicas descritas y las vidas de los protagonistas de su creación. Pero la dificultad para salirse de cierto tono medio que hace poco distinguibles entre sí a los diferentes protagonistas acaba siendo su principal problema, de manera que, en el balance global, queda cierto regusto amargo derivado de esta uniformidad camuflada de diversidad de perspectivas.
Finalmente, decir que el autor, con inteligencia, evita enjuiciar el tema que desarrolla en el libro, la génesis histórica de la singularidad. Deja constancia, eso sí, de que para él tal suceso ya ha tenido lugar, concretamente en el movimiento 37 de la 2ª partida de Go disputada entre AlphaGo y Lee Sedol en 2016. Fue este, según los expertos que lo analizaron, algo que excedió con mucho cualquier cosa que pudiera haber hecho un ser humano. Un chispazo de una lógica inhumana que estuviera esperando con paciencia su momento para irrumpir en nuestro mundo. En el relato minucioso que hace Labatut de las cinco partidas que jugaron Sedol y la máquina parecieran resonar aquellos versos de la poeta Anne Sexton: «Soy la madre de la locura / dejadme daros a mis hijos», como si fuera el propio Von Neumann quien los estuviera recitando a propósito de todo su legado.
Eloy García