Por qué odio el tango

Marina Miranda

Corrían los años ochenta del psicotrópico y sanguinario siglo XX cuando Daniel y yo nos fuimos a pasar el verano a Almería. Acabábamos de licenciarnos en Derecho y los dos nos disponíamos a abordar unas terribles oposiciones jurídicas. Queríamos hacer una tregua, descansar antes del esfuerzo definitivo y estar juntos. Como no teníamos un duro optamos por la solución del campin. Ni Daniel ni yo disponíamos de artilugios de acampada, así que lo más fácil, y quizá…

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La atracción sexual

Marina Miranda

Javier Méndez Fole era guapísimo, aunque a mí los rubios de ojos azules siempre me habían parecido insulsos, como desteñidos. Además, me tenía harta el javierismo de mis compañeras. Revoloteando a su alrededor, echándosele encima, interrogándole con las tetas. Y él dejándose querer, toqueteando aquí y allá como el que no quiere la cosa. ¡Es un sobón!, me decía yo.

Estudiábamos Periodismo en la Facultad de Ciencias de la Información y terminamos siendo amigos.…

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Gotas de amor extenuado

Marina Miranda

Ahora que todo el mundo envía WhatsApp o correos electrónicos yo escribo cartas. Lo hago para nadie. Pongo en el sobre un nombre ficticio, una dirección imaginaria. Se perderán todas o llegarán a un lector desconocido, pero al cabo, ¿no es eso lo que hacen los escritores, no escriben para los desconocidos?

​Ayer mandé esta carta:

Querida amiga o querido amigo, he dejado de vivir con Eduardo. Llevábamos treinta años luchando el uno contra el otro, sin tregua, sin…

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Los nudillos de la mano derecha

Marina Miranda

Solo ocurrió lo que sigue: a Leticia García Méndez le habían puesto sus padres un nombre cursi y eso determinó que ella se hubiera convertido en una chica elegante. Odiaba su nombre, sí lo odiaba. Le parecía un nombre pretencioso, rimbombante, hortera. Un nombre de princesa de Hollywood o de ratita de cuento con ilustraciones gazmoñas. En el colegio las compañeras empezaron a llamarle Leti, lo que resultó peor. Daría lo que fuera por llamarme Clara o Ana o María,…

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El orden

Marina Miranda

La distribución de la casa en la que viví hasta más allá de la adolescencia se caracterizaba por sus largos pasillos y la ubicación laberíntica de sus habitaciones. Mi hermano y yo ocupábamos habitaciones contiguas. Ninguna de las dos habitaciones disponía de armario. El mobiliario, además de la cama, consistía en un buró de persiana antiguo, una butaquita y una silla de trabajo. Estos muebles eran idénticos en las dos habitaciones, los burós de castaño, las …

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